« Back to home

El nido

Posted on

Por Miguel Ángel Hernández y Alan Reyes (Kutt Katrea)

Para mi querida Kim:
Deja que estas alas de papel e imaginación
hagan tu vuelo más ligero,
aunque sea por un instante.
Miguel Ángel Hernández

Abrí los ojos lentamente.

Frente a mí, las cortinas relucían suavemente sus colores claros por la luz del nuevo día.

Quité mi vista de la ventana y la dirigí a la mujer que me acompañaba en mi lecho. Coloqué dulcemente mi mano sobre la pálida piel de su hombro desnudo, frío (seguro por las bajas temperaturas nocturnas del invierno, pensé) y lo acaricié, tratando de imitar la delicadeza de la pluma de un ave. Recorrí los contornos de su espalda con la mirada e instintivamente cerré mis ojos, recordando lo hermosa que era.

Amaba sus labios tiernos y cerezos, y también sus delicadas mejillas sonrojadas; adoraba la forma en que colocaba sus brazos alrededor de mi cuello y cuando me miraba penetrante pero dulcemente, transmitiendo una fuerza irresistible a la que siempre caí rendido.

Mis ojos volvieron a abrirse para buscarla a mi lado. No se trataba de un sueño de aquellos que tanto me torturaban cuando la distancia aún se interponía entre nosotros. Ella seguía ahí, a mi lado.

Acerqué mi nariz a su cabellera hasta que la jungla de rizos negros y castaños le ocultó, y aspiré con fuerza. Su aroma cálido y libre del efecto fragante del champú gracias a un duro día de trabajo y una noche de apacible sueño, hinchaba mi pecho de tranquilidad.

Contemplando el embriagante espectáculo de su desnudez y con el pesar de mi corazón, que ya amenazaba con abandonar mi pecho, cubrí bien su cuerpo con la sábana y me recosté, perdiéndome nuevamente en mis pensamientos.

Los rayos del sol, que se elevaba más allá de la ventana, rozaron la silueta de mi compañera de lecho, remarcando sus contornos sobre las cobijas y provocándome un repentino y sonoro suspiro que, temí, podría haberle sacado de sus sueños.

Extrañamente, no fue así.

Ella siempre fue de sueño corto, y ligero. No había día en que, al despertar, no la descubriera mirándome risueña con una dulce y radiante sonrisa, esperando pacientemente a que abriera los ojos para indicarme que era hora de levantarme o llegaría tarde al trabajo.

Mi trabajo. Siempre odie mi trabajo. Y, aunque me vi tentado a dejarlo en multitud de veces, ella me daba la fuerza para resistir y continuar. No luchaba por mí, ni siquiera por ella. Luchaba por ambos.

Conocer a Amalia ha sido, sin lugar a dudas, lo mejor que me ha pasado en la vida.

Recuerdo cuando éramos más jóvenes, cuando la conocí. Éramos unos niños y ella era la hermana pequeña de mi mejor amigo, Pablo. Desde ese primer día había sentido algo especial por ella, pero era demasiado inexperto para comprender de lo que se trataba.

Al pasar el tiempo, me fui enamorando de ella y para mi fortuna, ella me correspondía con igual afecto. Al principio, sólo intercambiábamos miradas de complicidad para meses después, concertar una cita por medio de una de sus amigas pero sin comunicárselo a su hermano y mi amigo.

La química se dio inmediatamente. El cariño que habíamos forjado a través de años de conocernos, de miradas, de rozones de manos y de juegos infantiles re convertía en una relación formal que no esperamos para anunciar al mundo.

Por supuesto que mi amigo, Pablo, se sintió traicionado y dejó de hablarme. En nuestra última conversación, dijo que no era por salir con su hermana sino por nunca habérselo confiado. El abandono de nuestra amistad ciertamente dolió, pero teniendo a Amalia a mi lado no necesitaba nada más. Así que seguimos adelante.

Cuando, unos años después, decidimos que era tiempo de contraer matrimonio toda la familia de Amalia se opuso. ¿Casarse un simple empleado con una princesa? ¡Como podría ser! Sorprendentemente, el único que nos apoyo fue Pablo. Creo que fue su consentimiento lo que nos la fuerza para fugarnos.

Desde entonces, vivimos modestamente. Nunca gané mucho dinero, pero la alegría de poder estar juntos bastaba para olvidar las penurias que llegamos a pasar.

Mis pensamientos regresaron al momento actual.

Y ahí seguía ella. Tan hermosa, durmiendo.

Era domingo y se supondría que saldríamos a pasear al parque así que decidí despertarla con un beso en la mejilla.

Traté de acercarme a su rostro, estirándome, y al no poder llegar más allá de su cabellera, hice un poco de fuerza sobre su hombro para girar su cuerpo hacia mí.

Su torso cedió sin la mayor oposición y, como si fuera una muñeca, su cabeza giró hasta que su rostro quedó de frente a mí. Entonces, el terror se apoderó de mí.

La hermosa mirada que era capaz de derretir hasta el más frío de los corazones, había sido sustituida por unos tétricos ojos blanquecinos. Su mandíbula había caído dejando su boca abierta de par en par, hasta un límite imposible para cualquier ser humano.

Tratando de superar el impacto de la terrible visión, percibí unos movimientos extraños más allá de su dentadura. Al acercarme para observar bien, el terror volvió acompañado de una siniestra repulsión.

Dentro de la boca de mi amada, cientos o quizá miles de pequeñas arañas se agolpaban y retorcían formando la ilusión de un horrible y viscoso fluido negro, deslizándose por el interior de sus mejillas, sobre sus cuidados dientes y sobre una espesa red blanquecina que se extendía hasta la garganta perdiéndose en la oscuridad de sus entrañas. Y justo sobre su labio inferior, una araña, más grande y asquerosa, abría y cerraba sus pinzas viscosas mirándome con lo que sólo pude percibir como franco odio.

Con el horror dibujado en mi rostro, salté fuera de la cama y salí corriendo a toda prisa.

Sin detenerme a mirar siquiera si venían autos, crucé la calle para llegar el parque y me tiré en el césped maltratado por el frío invernal.

Y aquí sigo, sentado, observando el que un día fue mi hogar al otro lado de la calle, presa del terror y la angustia de volver y encontrar aquel nido de asquerosas bestias, viviendo en lo que alguna vez fue mi amada Amalia.


Este cuento es un experimento de colaboración entre mi amigo Miguel y yo. La idea original es mía, pero el texto original lo ha realizado él. Me ha gustado el resultado por lo que probablemente seguiremos experimentando.

Comments

comments powered by Disqus