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El fantasma y la doncella

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Desde el primer momento fue ella quien me hizo acudir al llamado. Fue un grito silencioso, una promesa con el Destino que me hizo despertar y acercarme a ella.

Al principio, sólo fui como cualquier otra persona a su alrededor, de eso nunca tuve duda. Pero poco a poco, pudimos ver cuan bien nos complementábamos, cuan bien nos entendíamos.

En ese entonces, empecé a quedarme cerca de ella y consecuentemente a alejarme de los demás, que poco a poco dejaban de importarme. Sólo me interesaba ella.

Ella parecía corresponder a mi lealtad, con sus cariñosa sonrisa y sus palabras profundas que atravesaban mi corazón. Pero también se veía asustada.

Nunca dejó su ternura de lado, aún cuando ese día nefasto llegó.

- No podemos continuar, querido – me dijo.

No comprendía sus palabras, o quizá lo que no entendía eran sus razones. Nos amábamos, ¿cierto? ¡No necesitábamos nada más!

- Sabes que las circunstancias no son correctas, aunque te amo, no podemos estar juntos. – explicó.

No, yo no podía creerlo, no podía aceptarlo. Ella me amaba y yo a ella. Para mí, y para cualquier Trascendental, debía ser suficiente. ¿Porque para ella no?

Sentí la tristeza abordarme, pues a pesar de mis quejas, entendía sus razones. El dolor en el corazón no me permitía dejarla ir, pero mi pensamiento se sobrepuso y pude acceder.

Ella sonrió, como complacida por mi decisión (casi como si ella supiera que acabaría cediendo), y se descolgó del cuello el dije con forma de espada que había insistido en tomar prestado de mí.

Ese dije, la Espada, era uno de mis últimos Soulym, y representaba mi fuerza, mi lealtad, mis ideales. Aquel día en el pasado que se lo había entregado le advertí – Esa espada contiene mi alma, así que cuídala bien -

- La cuidare con mi vida… no, ¡la cuidaré con mi alma! – me respondió entonces.

Hoy, ella me la devolvía.

- ¿Realmente me amas? – le pregunté.

- Si – respondió, sencillamente

- Entonces, conserva la Espada. Mientras la lleves contigo, sabré que aún me amas, y que quizá aún exista la forma de estar juntos. -

Ella aceptó la ofrenda sin protestar, y se colocó de nuevo el dije al cuello. Desde entonces, no la he vuelto a ver.

Sin embargo, aún la espero aquí, vagando entre las mil sombras que representan las personas a mi alrededor. Sigo aquí, perdido y sin encontrar un lugar para mí en el mundo.

Pero, ¿porqué habría de hallarlo?. Después de todo no pertenezco al mundo.

Después de todo, mi único propósito es esperar eternamente a que las circunstancias le permitan volver conmigo a este sitio, en donde hace tanto tiempo atrás encontró a medio enterrar el dije de Espada que me había pertenecido en vida.

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