Princesa de la Luna
- Anda – decía, empujándome hacia la colina.
- Anda – siguió repitiendo, hasta que llegamos a la cima.
La Luna, astro del que recibía su nombre mi amiga Karhiel, brillaba intensamente en el cielo nocturno y para nosotros en la colina desde la cual se divisaba todo el pueblo, nos parecía que brillaba solo por nuestra presencia.
Estiré mi brazo para rodear los hombros de Karhiel, que debía estar a mi lado, pero ya no estaba ahí.
Nunca más la volví a ver, pero cada vez que voy a la cima de nuestra colina, la Luna parece brillar más intensamente que en cualquier otro sitio.
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